My name is Irene Yibirin, and I am Venezuelan. I’m also Latina, Hispanic, and Ibero-American; but above all, I am Venezuelan. When you live in a country as big as the United States – a country that stretches across half a continent, it can be easy to forget how much smaller our countries are by comparison – but how incredibly diverse we are. Despite the similarities that connect us, each country under the “Hispanic Heritage” umbrella is unique. We have our own flavor, rhythm, and soul. We’ve been given many labels: Hispanic, Latino, Ibero-American. But for me, I am simply Latina. That’s the term I identify with, though we see ourselves differently within this vast community. And here lies the big question: What really unites us? Why do we feel the need to gather under one single label? Is it for convenience, to simplify who we are for the world? Why does it seem like we’re lumped together as if we’re all the same?
The truth is that while we share a common history, our cultures are a colorful tapestry of differences. Some of our countries were influenced by ancient empires like the Mayans or the Incas. Those ancestral echoes still resonate in their lands. But my ancestors, the Caribes, shared nothing with those neighboring empires. Despite being geographically close, our cultural roots are distinct. Each country was shaped by its geography, climate, resources, and history. Those factors have formed our traditions, music, dances, and cuisine. How can we be one thing when we are so many things simultaneously? Think about the richness of our music. From tango in Argentina to salsa in the Caribbean or reggaeton in Puerto Rico, each rhythm tells a unique story rooted in the experiences of each peoples. Our food is a feast of flavors that change from one country to the next. It is another example of how our lands have given birth to distinct cultures, each with its own spice, seasoning, and hands to create it. How can we not feel pride in the diversity we carry within us?
Then, there is our history, marked by colonization, migration, and mestizaje. Our territories were shaped by the arrival of Europeans, the suffering of the slave trade, and by those who fled wars in Europe to seek a new life on our continent. That mix, at times painful, created the cultural richness we share today. But it also led us to migrate. Many of us have left our lands in search of better opportunities for our families, often facing the reality of not always being welcomed in the countries that now receive us.
What is often forgotten is that in a country like the United States, unless you are Native American, all of your ancestors also migrated here at some point. At the end of the day, we are all human beings, bones covered in flesh, living on a rock that spins through space at high speed. So why not take this time, during Hispanic Heritage Month, to open ourselves to dialogue – to be curious, and to learn from the person next to us. Talk to your neighbors and your co-workers. Ask them where they’re from. What makes them come alive? Do it with respect and a genuine desire to know their story. If there’s one thing we Latinos love, it is to talk about our roots and whichever wonderful country we carry in our hearts. •
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Mi nombre es Irene Yibirin, y soy venezolana. También soy latina, hispana e iberoamericana, pero ante todo: soy venezolana. Cuando uno vive en un país tan grande como Estados Unidos, un país que parece abarcar medio continente, a veces se olvida lo pequeños que son nuestros países en comparación, pero lo increíblemente diversos que somos. Es sorprendente cómo, a pesar de las similitudes que nos conectan, cada país bajo el paraguas de la “Herencia Hispana” es único, con su propio sabor, su propio ritmo, su propia alma. Se nos han dado muchos nombres: hispanos, latinos, iberoamericanos, pero para mí, soy simplemente latina. Es un término con el que me identifico, aunque cada uno de nosotros tiene una forma diferente de verse a sí mismo dentro de esta comunidad vasta. Y ahí radica el gran dilema: ¿qué nos une y por qué sentimos la necesidad de agruparnos bajo una sola etiqueta? ¿Es por conveniencia, para simplificar lo que somos ante el mundo? ¿Por qué pareciera que nos amontonan como si fuéramos una masa homogénea?
La realidad es que, si bien tenemos una historia compartida, nuestras culturas son un tapiz colorido de diferencias. Algunos de nuestros países fueron influenciados por imperios antiguos como los Mayas o los Incas. Esos ecos ancestrales todavía resuenan en sus tierras. Sin embargo, mis ancestros, los Caribes, no compartían nada con esos imperios vecinos. A pesar de la cercanía geográfica, nuestras raíces culturales son distintas. Cada país ha sido moldeado por su geografía, su clima, sus recursos, y también por su historia. Esos factores han dado forma a nuestras tradiciones, nuestra música, nuestras danzas, nuestra cocina. ¿Cómo podemos ser una sola cosa, cuando somos tantas al mismo tiempo? Piensa en la riqueza de nuestra música. Desde el tango en Argentina, hasta la salsa en el Caribe o el reggaetón en Puerto Rico, cada ritmo cuenta una historia única, arraigada en las vivencias de cada pueblo. Nuestra gastronomía, un festín de sabores que varía de un país a otro, es otro ejemplo de cómo nuestras tierras han dado origen a culturas distintas, cada una con su propia sazón, sus propias especias, sus propias manos que la crean. ¿Cómo no sentir orgullo de la diversidad que llevamos dentro?
Y luego está nuestra historia, tan marcada por la colonización, la migración y el mestizaje. Nuestros territorios fueron forjados por la llegada de europeos, por el sufrimiento de la trata de esclavos, y por la llegada de quienes huían de las guerras en Europa buscando una nueva vida en nuestro continente. Esa mezcla, a veces dolorosa, creó la riqueza cultural que hoy tenemos. Pero también nos llevó a emigrar. Muchos de nosotros hemos dejado nuestras tierras para buscar mejores oportunidades para nuestras familias, enfrentando la realidad de no siempre ser bien recibidos en los países que ahora nos acogen. Lo que a veces se olvida es que en un país como Estados Unidos, a menos que seas nativo americano, todos tus antepasados también emigraron aquí en algún momento. Al final del día, todos somos seres humanos, huesos cubiertos de carne, que vivimos en una roca que gira por el espacio a gran velocidad. Entonces, ¿por qué no aprovechar este mes, el Mes de la Herencia Hispana, para abrirnos al diálogo, para ser curiosos, para aprender de esa persona que tenemos al lado? Habla con tu vecino, con tu compañero de trabajo, pregunta de dónde vienen, qué los hace vibrar. Hazlo con respeto, claro, pero con el deseo genuino de conocer. Porque si algo nos gusta a los latinos es hablar de nuestras raíces, de lo maravilloso que es el país que llevamos en el corazón. Y cada uno de nosotros, dondequiera que estemos, trabaja todos los días por dejar en alto el nombre de nuestra tierra, esa que tanto amamos. •